¿Azúcar?
Ni
terrones a granel serían capaces de endulzar la realidad en este momento.
Hace ya dos días
del anunciado, temido y desagradable 1-O y la tensión no se ha disipado, sino
que ha cristalizado. España ha vuelto a romperse, la grieta que rellenamos con
silicona y olvidamos como si la solución hubiese sido definitiva, se ha vuelto
a abrir. ¡Qué indignación! ¡Qué rabia! ¡Qué tristeza la de estos días! El 1-O
ha devuelto a España a uno de sus peores momentos. ¿De verdad lo ocurrido era
inevitable? ¿Nunca ha existido la posibilidad de una reconciliación?Qué tragedia la de este país que merece tanto y obtiene tan poco por la ineptitud de sus gobernantes.
Estos días hemos
vivido, como en la obra de García Márquez, la “crónica de una muerte anunciada”,
la de nuestra democracia, esa que tanto costó construir, aunque ahora esté en
entredicho. Ha muerto con todos los mecanismos que la sustentan, empezando por
el diálogo.
La violencia
empleada por el Gobierno del Estado no es justificable en ningún caso. Además,
la sangre derramada, no lo olvidemos, es española. Es la de nuestros vecinos,
no la de un enemigo.
Y, por otro lado,
un Gobierno Autonómico que habla de
democracia y civismo, cuando convocar un referéndum en contra de la
Constitución no es ni lo uno ni lo otro. Para más inri, si la consulta no
necesita de la participación de una mayoría, sus bases se reforman a media hora
de dar comienzo y cada ciudadano puede votar cuantas veces quiera, ¿para quién
es esa democracia? ¿Para quienes opinan como ellos? Bien pareciera que el
Gobierno catalán no hubiese tenido ningún reparo en resucitar a sus muertos
para que votaran, como si del siglo XIX o primeros años del XX se tratara.
¿En qué
momento ha crecido tanto odio? Otra vez España dividida. Lo que queda claro,
salvando las distancias, es que volvemos a tener una Semana Trágica en
Barcelona.
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